lunes, 24 de octubre de 2011

CAPITULO VIII: La señora Matilde

A pesar de todo la vida seguía. Bianca con sus clases, mi madre con sus tareas y yo, bueno yo, poco puedo decir de mí en esa época…

Solíamos recibir visitas muy a menudo desde lo ocurrido, en especial, de la señora Matilde Fernández, una señora un tanto particular. Vivía sola, o quizás con un par de periquitos, ya que era viuda y su hijo había sido llamado a filas.

A pesar de su comportamiento descarado y porque negarlo cotilla, todos sabíamos que era una buena mujer algo insoportable pero buena al fin y al cabo. Siempre iba con un bolso grande que en mas de una ocasión me parecía percibir que algo dentro de el se movía, nunca lo supe pero tampoco quise.
 
Hoy, sonó el timbre y una vez mas no me hizo falta agudizar demasiado el oído para percibir el insoportable chillido de la señora Matilde. Mi madre con aparente cara de sorpresa abrió rápidamente la puerta y acomodo a la señora.

Yo en cambio baje las escaleras, tardo treinta minutos de percatarse de mi presencia en un rincón y casi podría afirmar que este hecho no me alegro…
Diez minutos, entre besos, halagos y “¡¡Hay!! ¡¡Que grande está este chicoo!! “
“Pero si hace apenas un par de días que no hemos visto” pensé yo…