miércoles, 18 de mayo de 2011

CAPITULO V: Adiós.

Bianca permanecía quieta, con las mejillas enrojecidas por el frío, sus ojos tenían un brillo mudo de tristeza. A pesar de encontrase inquieta y nerviosa no se movió, permaneció en mi regazo con su llanto sordo y abrazada a mí.

Mi padre con su uniforme resplandecía en comparación a los demás hombres posiblemente padres de familia partía hacia un lugar remoto separados de sus familias. Mi madre le ayudaba con sus maletas con un paso torpe y triste.

Llegó el momento, el ensordecedor silbido del tren retumbo en mi cabeza. Un abrazo eterno unió a mi padre y a mi madre seguido de un casi eterno beso enternecedor. Las lágrimas brotaban de mis ojos.

Tras minutos que me parecieron eternos pero que ni por un segundo quería que acabara, mi padre me miro a los ojos y con una sonrisa o más bien un intento de sonreír se agachó frente a mí.

-Hijo mío, mi pequeño hombrecillo, debes prometerme algo ¿vale?.-  Me susurró son firmeza.- Prométeme que protegerás a tu madre y a tu hermana, lo sois todo para mí y se que tu puedes hacerlo pase lo que pase. Juro escribiros en cuanto las circunstancias me lo permitan.

Tras decir esto me abrazó desee que durara siempre pero de nuevo el silbido del tren  indicó que el tren no podía esperar. Unos minutos mas tarde el tren ya había partido.

Mi madre y mi hermana ya se habían ido pero yo seguía en el andén de la estación por algún motivo que desconocía pero que me empujaba a seguir allí esperando como si el tren fuera a dar la vuelta, cuando el pánico se apoderó de la gente algo había ocurrido en un tren.

sábado, 7 de mayo de 2011

CAPITULO IV: Miedo en el corazón.

La mirada de aquel hombre con uniforme se desvío rápidamente hacia la puerta, que sin todavía abrirse del todo pude oír el suave  suspiro de la respiración de la persona cuyo futuro mas próximo sería separado de su familia.

La puerta se abrió finalmente del todo y con un gesto amargo de tristeza mi padre intentó parecer sorprendido, cosa que no consiguió pues sabía que esta situación acabaría llegando en cualquier momento. Con una mirada de firme preocupación mi madre sin abrir la boca me ordenó subir a mi habitación junto con la pequeña Bianca. Hice caso aunque lo que de verdad deseaba era poder abrazar a mi padre.

Tras horas hablando largo y tendido y tras unos intentos de poder escuchar algo aunque solo fuera una palabra, asomando mi cabeza por un hueco, solo pude ver a mi padre frente a aquel hombre y a mi madre paseándose de un lado a otro sin levantar la vista de un papel arrugado que tenia entre sus manos temblorosas. Quizás lo mejor haya sido no escuchar nada, la mirada en un principio paciente de mi madre deambulaba triste por todos los recovecos de su mente en busca de algo que solo ella sabe lo que es puede que una solución o quizás algo, una palabra, una frase…
Pero no dijo nada, sus labios estaban sellados por fuerza del miedo que ocultaba en su corazón, intentaba ocultarlo pero solo yo podía darme cuenta.

Al día siguiente, temprano la calida voz de mi padre teñida de resignación y un dulce beso en la frente de Bianca despertó mis recuerdos.