lunes, 24 de octubre de 2011

CAPITULO VIII: La señora Matilde

A pesar de todo la vida seguía. Bianca con sus clases, mi madre con sus tareas y yo, bueno yo, poco puedo decir de mí en esa época…

Solíamos recibir visitas muy a menudo desde lo ocurrido, en especial, de la señora Matilde Fernández, una señora un tanto particular. Vivía sola, o quizás con un par de periquitos, ya que era viuda y su hijo había sido llamado a filas.

A pesar de su comportamiento descarado y porque negarlo cotilla, todos sabíamos que era una buena mujer algo insoportable pero buena al fin y al cabo. Siempre iba con un bolso grande que en mas de una ocasión me parecía percibir que algo dentro de el se movía, nunca lo supe pero tampoco quise.
 
Hoy, sonó el timbre y una vez mas no me hizo falta agudizar demasiado el oído para percibir el insoportable chillido de la señora Matilde. Mi madre con aparente cara de sorpresa abrió rápidamente la puerta y acomodo a la señora.

Yo en cambio baje las escaleras, tardo treinta minutos de percatarse de mi presencia en un rincón y casi podría afirmar que este hecho no me alegro…
Diez minutos, entre besos, halagos y “¡¡Hay!! ¡¡Que grande está este chicoo!! “
“Pero si hace apenas un par de días que no hemos visto” pensé yo…


domingo, 14 de agosto de 2011

CAPITULO VII: El guardián del sueño.


Para mi sorpresa, Bianca no estaba equivocada, sino todo lo contrario. Un gato proyectaba su cálida mirada y tranquilizadora  y a la vez extraña todas las noches frente a la ventana.

Desde que el guardián del sueño, como lo llamaba Bianca, velaba sus sueños, esta ya no tenía pesadillas. Al llegar la mañana el gato ya no estaba pero al comenzar la noche aparecía de nuevo el murmullo de aquel guardián que protegía a Bianca de cualquier mal que atacara en sus sueños y pensamientos frágiles.

Su mirada, como ya he dicho, transmitía la calidez y la calma que  desde hacia unos meses, casi años, nos habían abandonado para emprender un vuelo y desde allí cuidarnos, o eso creíamos.

Aunque la tristeza y la desesperación reinaban aun entre los recuerdos rotos, una sensación familiar y acogedora se iba apoderando de todos nosotros desde la llegada del gato.


martes, 5 de julio de 2011

CAPITULO VI: ¿Un gato?

La tragedia se había cebado de mi familia. Desde lo sucedido la vida se me hacía abrasadora como una llama incesante quemándome por dentro y el pecho me dolía como si unas garras me fueran arrancando poco a poco mi pasado y mis recuerdos. Mi madre vivía a desgana, pasando tardes enteras mirando las olas y el agua cristalina, mientras una lagrima le acariciaba la mejilla. Sus ojos denotaban una fragilidad y debilitada que no creí que pudiera nacer de una mujer como mi madre, fuerte, valiente…

Bianca, en cambio, pasaba las horas en su cuarto como si nada hubiera ocurrido y acudiendo a sus clases. A pesar de su corta edad es incluso más fuerte que yo…  hasta el punto de asustarme.

-Hoy lo he visto…- Dijo Bianca con una extraña emoción reflejada en sus ojos.

-¿A quién?- pregunté con preocupación.

-El gato, esta noche también ha estado frente a mi ventana…

-He ido noche tras noche a tu habitación y no hay ningún gato

Su mirada se volvió hacia la ventana cerrada.

-Sí, viene todas las noches a visitarme y se queda frente a mi ventana mirándome hasta que me duermo, es mi guardián- Respondió Bianca algo irritada al ver que no tomaba en serio sus palabras…

miércoles, 18 de mayo de 2011

CAPITULO V: Adiós.

Bianca permanecía quieta, con las mejillas enrojecidas por el frío, sus ojos tenían un brillo mudo de tristeza. A pesar de encontrase inquieta y nerviosa no se movió, permaneció en mi regazo con su llanto sordo y abrazada a mí.

Mi padre con su uniforme resplandecía en comparación a los demás hombres posiblemente padres de familia partía hacia un lugar remoto separados de sus familias. Mi madre le ayudaba con sus maletas con un paso torpe y triste.

Llegó el momento, el ensordecedor silbido del tren retumbo en mi cabeza. Un abrazo eterno unió a mi padre y a mi madre seguido de un casi eterno beso enternecedor. Las lágrimas brotaban de mis ojos.

Tras minutos que me parecieron eternos pero que ni por un segundo quería que acabara, mi padre me miro a los ojos y con una sonrisa o más bien un intento de sonreír se agachó frente a mí.

-Hijo mío, mi pequeño hombrecillo, debes prometerme algo ¿vale?.-  Me susurró son firmeza.- Prométeme que protegerás a tu madre y a tu hermana, lo sois todo para mí y se que tu puedes hacerlo pase lo que pase. Juro escribiros en cuanto las circunstancias me lo permitan.

Tras decir esto me abrazó desee que durara siempre pero de nuevo el silbido del tren  indicó que el tren no podía esperar. Unos minutos mas tarde el tren ya había partido.

Mi madre y mi hermana ya se habían ido pero yo seguía en el andén de la estación por algún motivo que desconocía pero que me empujaba a seguir allí esperando como si el tren fuera a dar la vuelta, cuando el pánico se apoderó de la gente algo había ocurrido en un tren.

sábado, 7 de mayo de 2011

CAPITULO IV: Miedo en el corazón.

La mirada de aquel hombre con uniforme se desvío rápidamente hacia la puerta, que sin todavía abrirse del todo pude oír el suave  suspiro de la respiración de la persona cuyo futuro mas próximo sería separado de su familia.

La puerta se abrió finalmente del todo y con un gesto amargo de tristeza mi padre intentó parecer sorprendido, cosa que no consiguió pues sabía que esta situación acabaría llegando en cualquier momento. Con una mirada de firme preocupación mi madre sin abrir la boca me ordenó subir a mi habitación junto con la pequeña Bianca. Hice caso aunque lo que de verdad deseaba era poder abrazar a mi padre.

Tras horas hablando largo y tendido y tras unos intentos de poder escuchar algo aunque solo fuera una palabra, asomando mi cabeza por un hueco, solo pude ver a mi padre frente a aquel hombre y a mi madre paseándose de un lado a otro sin levantar la vista de un papel arrugado que tenia entre sus manos temblorosas. Quizás lo mejor haya sido no escuchar nada, la mirada en un principio paciente de mi madre deambulaba triste por todos los recovecos de su mente en busca de algo que solo ella sabe lo que es puede que una solución o quizás algo, una palabra, una frase…
Pero no dijo nada, sus labios estaban sellados por fuerza del miedo que ocultaba en su corazón, intentaba ocultarlo pero solo yo podía darme cuenta.

Al día siguiente, temprano la calida voz de mi padre teñida de resignación y un dulce beso en la frente de Bianca despertó mis recuerdos.

viernes, 8 de abril de 2011

CAPITULO III: Una bailarina, un retrato familia y una mirada triste



Ya había pasado una hora eterna o al menos eso me pareció a mí. El hombre que junto a mí madre que hablaba sin apenas respirar miraba alrededor observando y examinando su impecable uniforme militar. Apenas oír podía con claridad ya que mi hermana Bianca con su vestido de ballet,  no paraba de susurrar una pegadiza cancioncilla que había oído en la radio. Todas las tardes se iba a casa de una de sus amigas y allí se pasaban la tarde escuchando la radio. Yo en cambio solía ir a la playa a mirar el mar, todas las tardes menos esta. Sentados en la escalera seguíamos mirando la escena sin entender nada más que lo que decía mi intuición.
 
-Señora, lo siento pero no puedo esperar más tiempo… Dijo el levantándose sin apartar la vista de un retrato familiar, sobre una pequeña mesilla.
Su mirada se volvió triste y melancólica al volver a observar la sonriente figura de James Shcott junto a su mujer y sus hijos.

Solo yo me percate de aquella expresión, que me preocupaba a cada segundo que pasaba. Debí de ser el único que se dio cuenta porque mi madre seguía hablando y hablando soltando disculpas y palabras sin sentido, se notaba que estaba tensa,

Un ruido acallo a mi madre que seguía disculpándose por la visita en vano. La puerta se abrió.

jueves, 31 de marzo de 2011

CAPITULO II: Una visita inesperada

Tras unos minutos lo único que pude ver fueron unas brillantes botas negras que relucían de tal manera que, por extraño que parezca, no pude apartar la vista. A medida que los segundos pasaban fui recorriendo con la mirada la figura que con una mirada me examinaba sin decir nada hasta que un movimiento me hizo retroceder. Este se agachó y con su mirada clavándose en la mía su mano se posó en mi hombro, y pregunto:
-¿Está por un casual tu padre en casa? Y sonrió.

No pude contestar, el hecho de que su pregunta se refería a mi padre me hizo reflexionar y pensar que aquel simple día podría ser el primero de muchos que supondrían un gran cambio en mi vida y en la de los demás.

-Ay!!! Discúlpeme señor no le había oído llegar perdóneme por ser tan descortés… Chilló mi made que bajó de un golpe todas las escaleras.

-¿Puedo pasar quisiera hablar con James Shcott? Dijo aquel misterioso hombre mientras pasaba hacia el salón.

-Siento decirle que su visita halla sido en vano, mi marido no está, y no se cuando aparecerá. Puede quedarse a cenar si así lo desea.

-No puedo, pero no podría rechazarle un café.

-Por supuesto, faltaría más. A continuación mi madre se fue a la cocina dejando allí a nuestro visitante inesperado.

Yo le observaba sentado en las escaleras. Era alto, de aspecto fuerte sin llegar a ser gordo. Parecía estar nervioso o quizás impaciente, nose pero aquel visitante inesperado traía consigo una noticia inesperada o eso pensé yo, observando como miraba repetidas veces su reloj de bolsillo.


viernes, 25 de marzo de 2011

CAPITULO I: Recuerdos.

Mentiría si dijera que soy capaz de borrar de mi mente todos los malos recuerdos, a pesar de que mi joven vida este repleta de ellos. Mentiría si dijera que no intente acabar con todo. Mentiría si dijera que no he pasado noches en vela pensando que seria mejor para todos. Mentiría si dijera que la opción que he elegido no es la correcta.

Según mis recuerdos amargos, siempre he recordado a mi padre como un buen hombre, de carácter afable y cariñoso anteponiendo las necesidades de los demás ante las suyas quizás por eso una de sus mayores pasiones eran su familia por encima de todo y su trabajo. Era teniente de las fuerzas armadas, su prioridad era proteger a los demás y eso le hacia ser un hombre único y digno de admirar.

Recuerdo oír esos golpecitos en la puerta, apurados pero no muy fuertes que aun retumban en mi cabeza. Yo contaba con 11 años  y como es natural baje las escaleras de madera maciza con la naturalidad que solo un niño puede desprender. Bajaba las escalera de dos en dos oyendo las sordas advertencias de mi madre desde el piso de arriba. Abrí la puerta, el sol me impidió que pudiera ver con nitidez la figura que esperaba frente a la puerta.